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Última actualización hace 2 años

El movimiento del universo

Los mecanicistas del siglo XIX, influidos por el determinismo de Laplace, estaban convencidos de que conociendo el origen y la trayectoria recorrida de un cuerpo celeste podía predecirse de forma inequívoca su destino. Así, el universo se movía, para ellos, de forma lineal y regular, regida por un relojero cósmico de precisión absoluta.

No obstante, la aparición de la mecánica cuántica de Max Planck y la matemática del caos de Poincaré echan por tierra este tranquilizador planteamiento, descubriendo irregularidades en toda apariencia de orden y peligrosos errores relativos en los sistemas dinámicos; puntos escabrosos que, bajo la acción de ese azar que no es sino la medida de la ignorancia del ser humano, se amplifican violentamente hasta descomponer toda la estructura. Pero, a pesar del terror inicial que todas sus teorías parecen despertar, en realidad tienden a demostrar que las perturbaciones solo destruyen parcialmente la regularidad. Introducen turbulencias y caos, pero constituyen, desde otra perspectiva, una forma de orden. De algún modo, existe el afán de encontrar una nueva estructura bajo el movimiento caótico, de encontrar su regularidad, aunque solo se trate de un estado estacionario tendiendo a la inestabilidad.

Sucede que en el primer estadio de la naturaleza se produce una curiosa antinomia entre lo que deviene y lo que permanece; bajo toda dinámica, hay algo que tiende a desaparecer y algo que se revela inmutable, hermanando los discursos de Heráclito y Parménides. La ciencia se reencuentra, de este modo, con la filosofía. Cada movimiento incita a su sucesivo a formarse de modo irrepetible, pero, en la globalidad, todos los movimientos buscan el mismo punto atractor, como un embudo en el que dos gotas de agua, que jamás trazan un recorrido exacto, acaban, no obstante, por desembocar en el mismo canal (la boca del embudo). En el gran embudo del cosmos (el atractor universal), se producen todos los posibles impredecibles tendiendo al infinito. De este modo, el cálculo de cualquier energía en movimiento está sujeto inevitablemente a la relación entre regularidad e indeterminismo, pues descubrimos en la dinámica de dicha energía continuas variables impredecibles que acaban por amplificarse de forma descontrolada, arrojando resultados inesperados dentro de una gráfica, no obstante, regular y análoga en su iteración.

Dicho de otro modo, y tal como lo ha observado Poincaré, a gran escala todas las perturbaciones tienden a estabilizarse, revelando comportamientos análogos con los fenómenos a pequeña escala, proposición que también es observable en la curva de Koch. Así, la nueva ciencia, caminando de la mano del esoterismo, no viene sino a expresar las mismas relaciones análogas que Hermes Trismegisto observó, hace más de dos mil años, entre el microcosmos y el macrocosmos: como es arriba es abajo.