Khepri y los muertos

El relojero del cosmos

Volvamos a nuestro escarabajo pelotero dentro del atanor, haciendo girar la rueda hasta el infinito; en el antiguo Egipto, el escarabajo pelotero representado en los jeroglíficos tomaba el nombre de Khepri, fonéticamente Jepri, adquiriendo un carácter sacerdotal. Jepri era, como el escarabajo que va creando la forma a partir de su pelota de desperdicios (y cuyos huevos eclosionan en la carroña), el dispensador de la vida y el símbolo de la transformación, del renacimiento, del ciclo de la muerte y la resurrección. Vemos claras coincidencias con las connotaciones que la Cábala le ofrece al número 7. Nuestro escarabajo pelotero moviendo eternamente la rueda del atanor también representa la universalidad. Desde esta visión, existe una versión de Jepri que toma una posición paradigmática: el escarabajo pelotero haciendo girar el disco solar como fundamento del universo. En esta variante, Jepri hace girar a Osiris, sugiriendo, al tiempo, el amanecer y el atardecer, el principio y el fin. Entonces, el escarabajo tomaba una forma deífica, a la que se relacionaba con la mencionada deidad solar, Osiris. Representado de este modo podemos encontrarlo en diferentes lugares, como la última secuencia del Libro de las Puertas (sarcófago del faraón Seti I) o en la tumba de Petosiris (necrópolis de Tuna el-Yebel); o mencionado en diferentes textos, como el mismo Libro de los Muertos, bajo el nombre de Osiris-Jepri (oración 154 del Libro de los Muertos). Ni más ni menos que nuestro relojero del cosmos. Como comprobamos con nuestro artefacto, del caos nace la vida.

Solo por contentar a la magia de la sincronicidad, o a la naturaleza divina de los números, entregados, según la Cábala, a los hombres por los dioses, volvamos a la numerología y sometamos a este relojero del cosmos, Osiris-Jepri, al cálculo de la gematría, disciplina hebrea para designar la combinación de las letras de una palabra y entender, así, su valor numérico. Existen diferentes métodos de conversión basados en las correspondencias entre el alfabeto hebreo y el latino, desde los desarrollados en origen por la Cábala hasta el usado por los pitagóricos, pero el más antiguo es el de la numerología caldeo-hebrea:

No aparece el 9 en esta conversión, ya que, por un lado, es el número sagrado, y, por otro, las letras hebreas que poseen ese valor carecen de equivalencia en nuestro alfabeto. Como hemos dicho, existen otros sistemas de conversión, pero éste es el que ofrece más fiabilidad por tratarse del más antiguo y el más estudiado por los cabalistas y ocultistas más reputados, como el mismo Cagliostro.

Para encontrar el número que corresponde a un signo verbal, debemos transportar las letras del nombre a los números, y del resultado obtenido reducir los dígitos como hicimos anteriormente con los engranajes de nuestro artilugio. Osiris Jepri, nos ofrece así este resultado:

731213 15821

Ahora procedemos a la síntesis numerológica, como ya sabemos: sumando todos los dígitos y reduciéndolos hasta obtener un único digito:

7+3+1+2+1+3+1+5+8+2+1=34 3+4=7

O bien:

7+3+1+2+1+3=17 1+5+8+2+1=17 1+7=8 1+7=8 8+8=16 1+6=7

Gracias a la sabiduría numerológica, de la mitología de Egipto y de la Cábala, podemos ratificar que la naturaleza de nuestro relojero del cosmos encierra, asimismo, la universalidad, la misma del número 7, la misma que mueve nuestro artilugio de ruedas dentadas. Podemos afirmar, incluso, que nuestro escarabajo no es solo el relojero del cosmos; es, por encima de todo, el que certifica la sucesión de todos los ciclos universales, el que renueva la vida, el que constituye la creación y el renacimiento. Es, entonces, el mismo constructor del universo.

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